Por Agustín Guerrero.

El 2 de agosto de 1996, Andrés Manuel López Obrador, llegó a la presidencia nacional del PRD, luego de un proceso interno en el que participaron el Ing. Heberto Castillo y Amalia García. Desde su fundación en 1989, el PRD había sido víctima de una intensa persecución por parte de Carlos Salinas de Gortari, a quién la izquierda había declarado espurio, luego del fraude electoral que lo impuso como presidente.

En el balance de 1988, llegamos a la conclusión de que tuvimos los votos suficientes para ganar la presidencia de la República con el Ing. Cárdenas, pero que nos faltó organización para impedir el fraude y la usurpación.

Pese a que hubo voces, como la de Porfirio Muñoz Ledo que planteaba un acercamiento con el régimen para promover cambios en las reglas del juego, la inmensa mayoría se decantó por romper toda relación con el gobierno de Salinas. Bajo la línea de la Intransigencia Democrática impulsada por Cuauhtémoc Cárdenas, la izquierda de entonces desarrolló sus formas de participación política y electoral.

En los hechos, la acción principal consistió en llevar la idea de la organización partidaria hasta el último rincón del país en condiciones sumamente adversas. Heroicas. Coleccionando derrotas. Cada participación electoral se hizo a contracorriente. Sin recursos, solo animados por el inmenso deseo de tener una patria democrática y justa.

El costo que la izquierda pagó por atreverse a retar al régimen priista y soñar con un cambio democrático, fue muy alto. 265 militantes fueron asesinados entre 1988 Y 1994. Todo inició el 2 de julio, 3 días antes de la jornada electoral, cuando fueron asesinados Francisco Xavier Ovando y Román Gil Heraldez, quienes habían diseñado el acopio de los resultados electorales. Solo para tenerlo presente, bajo el gobierno de Ernesto Zedillo se documentaron otros 263 asesinatos por motivos políticos. Son nuestros Mártires por la Democracia. La inmensa mayoría de estos crímenes, casi todos, permanecen en la impunidad.

En este contexto, la primera acción de López Obrador al frente del PRD, fue no olvidarnos de nuestros compañeros que ofrendaron sus vidas por defender las causas del pueblo. Tenerlos presente siempre. Tener presentes a sus viudas y a sus hijos.  “Lucharemos para que se esclarezcan y castiguen los crímenes de nuestros dirigentes y militantes en todo el país. Y crearemos una fundación con recursos aportados por nuestros compañeros que ocupan cargos de elección popular cuyo objetivo será apoyar a los familiares, a los deudos, en todos los aspectos, particularmente, lo relacionado a la alimentación, la salud y la educación de los huérfanos”.

En los tres años que duró la dirección de Andrés Manuel, la Fundación Ovando y Gil, entregó mensualmente a los familiares de nuestros mártires un apoyo económico como reconocimiento a su lucha y como una muestra de la solidaridad que debe haber en la militancia cuando se tienen principios.

Otro ejemplo del humanismo de Andrés, fue destinar recursos de la prerrogativa del partido para imprimir y distribuir gratuitamente libros de texto a nivel secundaria en los municipios gobernados por la izquierda. En esos años, el gobierno solo entregaba libros de texto gratuito a las primarias del país. Así que cuando Andrés Manuel anunció que él y el PRD lo haría en las secundarias, provocó el enfado de Ernesto Zedillo, quien afirmaba que esa era una función del gobierno y no de los partidos políticos.

La respuesta de López Obrador fue simple. “Los recursos de los partidos provienen de los impuestos que la gente paga. Son dinero del pueblo. Y si un partido decide regresarlos al pueblo en forma de libros, se debe respetar esta decisión”. Y así se hizo. 

Poco tiempo después, el gobierno federal inició la entrega de libros de secundaria en todo el país.